El feminismo abolicionista está hecho de presencias

Introducción de Firuzeh Shokooh Valle para el conversatorio Agitar la imaginación: hacia un futuro feminista sin castigos, el 10 de agosto de 2023.

Firuzeh Shokooh Valle y Lcda. María Soledad Sáez Matos

La abolicionista y geógrafa Ruth Wilson Gilmore dice que el abolicionismo es “presencia”. Es presencia porque implica la creación de un mundo más justo, y libre de violencia, en donde todas, todos y todes podamos vivir con dignidad y florecer. Esta definición contradice la creencia generalizada de que el abolicionismo es solo ausencia, de cárceles, policías, tribunales. El abolicionismo es un proyecto de justicia social de largo aliento, que no va a suceder mañana ni pasado, de ir construyendo presencias hasta que finalmente podamos tener un mundo verdaderamente libre, solidario, y feminista. Presencias—que pueden tomar un sinnúmero de formas, desde económicas hasta afectivas—en nuestras comunidades y en áreas de salud, educación, vivienda, trabajo digno, soberanía alimentaria, redistribución económica, justicia ambiental.

Wilson Gilmore también explica que el abolicionismo—que emerge del pensamiento radical negro y de los feminismos negros—es un proyecto expansivo que lucha contra lo que ella llama “abandono organizado”. Las cárceles, la policía y los tribunales son una parte del estado punitivo. El aparato punitivo también puede incluir agencias que ofrecen, por ejemplo, servicios a las familias, de inmigración y salud, que en vez de ser justos castigan y vigilan a nuestras comunidades, particularmente pobres, negras, trans, jefas de familia, magnificado por el racismo, la misoginia, el capacitismo. Hay que transformar cómo funcionan muchas de estas agencias también. El aparato punitivo incluye proyectos del Estado y corporativos que a través de sus prácticas de abandono organizado crean comunidades más vulnerables que para sobrevivir entonces recurren a lo que luego es criminalizado y castigado. Por ejemplo, en Puerto Rico, podríamos considerar la nefasta Ley 22/60 como parte de la geografía punitiva de un Estado que organiza el abandono de nuestras comunidades. También, la destrucción de nuestras costas es una estrategia de abandono organizada por el Estado y el sector privado. La lucha contra la Ley 22/60 y por nuestras playas son entonces también luchas abolicionistas.

¿Y qué tiene que ver esto con el feminismo? Absolutamente todo. Los movimientos feministas construyen y anhelan un mundo más justo, digno y solidario para todas, todos y todes: las mujeres y diversidades sexuales y de género, las comunidades negras e indígenas, de bajos ingresos y pobres, para la gente con diversidad funcional, les inmigrantes y niñes, para el planeta y esta tierra que amamos. Particularmente en la lucha contra la violencia de género y machista hemos buscado justicia y seguridad de un Estado que consistentemente nos ha fallado. Ha habido aciertos, claro, y logros muy importantes. La relación de los feminismos, y del feminismo abolicionista, con el Estado es muy compleja. Queremos que el Estado responda y se haga responsable por el bienestar de nuestras comunidades. Pero también hemos visto que el Estado no ha producido los resultados que una vez se soñaron. Ese Estado en el que tanto hemos confiado para darnos “justicia,” es el mismo que nos victimiza y revictimiza, que encarcela a sobrevivientes de violencia que se defienden de sus agresores, que no rehabilita ni repara, que desplaza y despoja. Es el mismo Estado que produce más y más violencia contra nosotras y nuestras comunidades. El castigo individualiza un problema profundo que no se solucionará—ni se ha solucionado—con la criminalización. La profesora de derecho y género Leigh Goodmark plantea: “El crimen es solo una faceta de la violencia íntima de pareja. La violencia de pareja tiene dimensiones económicas, de salud pública, comunitarias y de derechos humanos que afectan a las personas que reciben el abuso…El sistema legal criminal no puede resolver todas las facetas de la violencia de pareja, ciertamente, ninguna solución sola puede. Pero depender primariamente del sistema legal criminal ha desplazado la atención de políticas públicas importantes y de distribución de fondos para estas otras dimensiones del problema.” En esta coyuntura, que está repleta de dudas, preguntas, contradicciones y oportunidades para construir otros mundos posibles, ofrecemos hoy un espacio solidario para conversar, y sobre todo, para imaginar una justicia feminista más allá de lo que tenemos.

Quiero ofrecer un ejemplo de justicia feminista que centra los reclamos de víctimas/sobrevivientes. Hace poco estuve en Guatemala como parte de mi nuevo proyecto de investigación sobre feminicidios. Allí aprendí sobre las activistas feministas de la organización Actoras de Cambio que colaboran con mujeres Maya sobrevivientes de la violencia sexual perpetrada sistemáticamente por el Estado durante el conflicto armado genocida en Guatemala. Cuando se les preguntó cómo se les podría hacer justicia en un contexto de total impunidad, las mujeres Maya, de las etnias mam y chuj, dijeron que el Estado implementaba la ley de los hombres, leyes que nunca iban a reparar el daño que habían sobrevivido. Decidieron no dejar en manos del Estado la validación de sus experiencias ni la posibilidad de hacerles justicia. Comenzaron a reunirse para ofrecer sus testimonios de violencia y resistencia, para sanar y validarse juntas, reuniones que luego desembocaron en “Festivales de la Memoria” en los que ofrecen sus testimonios públicamente para que nunca más se repitan las atrocidades que han vivido. Una de ellas explica, “Ya no esperamos que alguna institución del estado nos ‘repare’, porque la política de reconocimiento, amor y sanación entre nosotras ha sido fuente de reparación y de justicia. Se trata de un cambio simbólico radical donde la autoridad patriarcal pierde su poder sobre nosotras porque ya no necesitamos su validación para existir, ni su reconocimiento para reparar el inmenso daño generado por su sistema de crueldad y muerte. Sanar entre nosotras es justicia.” Esto es lo que ellas llaman la “Ley de las Mujeres”.

La autora es periodista y socióloga puertorriqueña.

Referencias:

Gilmore, Ruth Wilson. Abolition geography: Essays towards liberation. London: Verso, 2023.

Goodmark, Leigh. Decriminalizing Domestic Violence: A Balanced Policy Approach to Intimate Partner Violence. Oakland, CA: University of California Press, 2018.

Fulchiron, Amandine. La ley de mujeres: Otra justicia es posible desde nosotras. Ciudad de Guatemala: Colectiva Actoras de Cambio, 2021. https://www.actorasdecambio.org.gt/wp-content/uploads/2022/04/e-Ley-de-Mujeres-si%CC%81ntesis-2.pdf

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