"Esas no son formas de protestar": 9 puntos sobre libertad de expresión y la relación Policía-manifestante
NO es fácil analizar la coyuntura actual sobre la relación policía-manifestantes pero queremos aportar a la discusión sobre las manifestaciones de anoche, 17 de julio de 2019 y la madrugada del 18 de julio. Sin duda, fue un día histórico en nuestro país tras haberse celebrado la protesta más grande de nuestra historia.
Creemos que todo el mundo parte de la premisa de que el trabajo de la Policía es uno sumamente difícil. No hay trabajo fácil pero el suyo está bien complicado por la presión, por la responsabilidad que cargan sobre sus hombros, que es la de todo un estado que debe garantizar derechos y proteger la vida de las personas. Por eso es que el trabajo de la Policía debe ser altamente regulado y supervisado, tanto por el estado como por cuerpos independientes y ciudadanía. A esto súmele que este es un momento difícil y extraordinario para todos en nuestro país. Muchos de nosotros no hemos dormido bien durante días. Sabemos que muchos policías están con el pueblo en este momento pero tampoco es tan fácil "unirse" a las protestas pues las represalias en su contra son reales y tienen consecuencias que afectan sus vidas y las de sus familiares.
Tanto manifestantes como policías reciben provocaciones. Sin embargo, hay diferencias significativas entre ambos grupos. La Policía representa al Estado. Está obligada a observar una conducta intachable, ética, a garantizar derechos fundamentales y a proteger la vida de la gente por encima de la propiedad. A diferencia de la ciudadanía, la Policía cuenta con cascos, chalecos a prueba de balas, escudos y múltiples herramientas de uso de fuerza como son las macanas y los agentes químicos, entre otras. Algunas de las personas, casi siempre jóvenes, que se enfrentan a la Policía en manifestaciones lanzan botellas de agua, solución Seattle y a veces hasta cherry bombs.
El hecho de que una persona que se encuentra en una manifestación de cientos o miles de personas, lance un cóctel explosivo a la Policía no convierte la manifestación en una "ilegal" o deja de estar protegida bajo la Constitución. Si esto ocurre, la Policía debe intervenir con la persona, removerla del lugar y citarla para presentación de cargos, si aplica. Si entiende que la persona puede representar un peligro inminente, también puede arrestarla pero tiene que garantizar sus derechos al momento del arresto, incluyendo el acceso inmediato de sus abogados y su derecho a permanecer callado, entre otros.
El adiestramiento de la Policía para manejo de multitudes tiene que incluir prepararse para las distintas formas anticipables en que las personas expresan su ira y desahogo. La Policía debe estar preparada para lidiar con insultos, palabras de odio, proyectiles e intentos de cruzar perímetros. Aunque en Puerto Rico las protestas incluyan bailes, música, arte y sátiras, estas no son celebraciones. Ocurren, precisamente, porque la gente está indignada por asuntos que afectan sus vidas directamente. La Policía debe prepararse para manejar la ira del pueblo con estrategias no violentas de mitigación de tensiones, no para empeorar la situación. De hecho, la mera presencia policiaca excesiva se considera un uso de fuerza y es motivo de provocación para los protestantes y de desincentivación de la protesta para quienes están considerando unirse.
La Policía no tiene autoridad para decidir cuándo empieza o termina una manifestación. Si las personas entienden que deben estar días completos protestando, la Policía no puede evitarlo. Debe tomar medidas para poder garantizar la protesta. La Policía solo debe dispersar una manifestación si está ocurriendo algo que atente contra la vida o integridad física de las personas y no hay más remedio que hacerlo. Si hay destrucción de propiedad, la Policía puede intervenir con las personas específicas que están cometiendo ese delito.
Nunca, durante una manifestación, la Policía debe agredir a los manifestantes con balas de goma o con golpizas, como ha ocurrido en estos últimos días en San Juan. Ya se han documentado casos de mujeres jóvenes atacadas con balas de goma de la Policía. Hay otros jóvenes heridos que esta semana recibieron golpizas de la Policía, incluyendo un turista. En uno de los casos, el joven Mambrú de León solo se encontraba grabando los sucesos, cuando fue embestido y golpeado por la Policía. No hay forma de justificar ese abuso de poder y de fuerza. No podemos tolerar que el estado trate así a nuestros jóvenes, a disidentes, a nadie realmente. A la Policía nunca le corresponde castigarnos. Si hay un delito, pueden arrestar a la persona pero tienen que garantizar su integridad física y derechos.
Entendemos que anoche específicamente la Policía hizo un esfuerzo levemente mayor por cumplir con su política de manejo de multitudes, haciendo las advertencias de rigor pero se quedó muy corta. Tras analizar distintos videos en vivo y testimonios, entendemos que abusaron del gas lacrimógeno y otros agentes químicos. Después de dispersar, continuaron lanzando gases. En momentos en que solo habían muy escasos jóvenes en aceras o calles, la Policía continuaba disparando gases, lo que era completamente innecesario y violento. Varias familias del Viejo San Juan se vieron afectadas dentro de sus casas por la enorme nube de gases.
Por último, si algo está claro es que este ambiente de inestabilidad, indignación generalizada y frustración es responsabilidad del señor Ricardo Rosselló y no culminará hasta tanto cumpla con la voluntad rotunda del pueblo, que es su dimisión. Ayer se llevó a cabo la manifestación pacífica más grande de nuestra historia. Aún así, el señor Rosselló se negó a atender el llamado del pueblo, que es al que le corresponde la última palabra. Podemos asumir cada quien una postura personal sobre la efectividad de los diversos estilos y estrategias de protesta. Pero, ante esta realidad, es ingenuo y hasta hipócrita que nos sorprendamos porque un sector de la población asuma otros métodos más desafiantes y radicales de lucha para lograr lo que la protesta pacífica, por más masiva, tampoco ha logrado.
En este momento, ni en Kilómetro 0 ni en el Grupo Comunitario de Trabajo de la Reforma de la Policía (GRUCORPO) confiamos en la sensatez del alto mando de la Policía ante un momento tan crítico y estresante como el que vivimos. Por eso insistimos en que la Policía que atienda las protestas relacionadas al reclamo de renuncia de Ricky Rosselló debe ser una policía desarmada. La Uniformada tiene sobradas herramientas y mecanismos para mantener el orden civil sin que haya amenaza o peligro de fuerza letal. Este no sería un caso extraordinario. Hay muchas policías en el mundo entero que llevan a cabo su trabajo diario sin armas de fuego. La gente debe poder protestar sin miedo a ser víctima de una desgracia.